lunes, 12 de octubre de 2009

Leonora Carrington


Leonora Carrington, como muchos pintores, sentía un especial aprecio por los animales. Las hienas, los pájaros, los caballos, los huevos gigantes. Fue compañera de Max Ernst y, tras el arresto de este en la Francia ocupada, ella huyó hacia España en su periplo hacia Méjico, fue internada por un trastorno nervioso en el Hospital Psiquiátrico de Santander y no, por cierto, en el de Mondragón, como dice L.M. Panero en algún vídeo que está colgado en youtube. También fue amiga de Remedios Varó, una surrealista catalana con la que coincidiría en el exilio, de un estilo muy similar- aunque, en nuestra opinión, de inferior calidad.


Desconocida su obra literaria, parece serlo tanto, o más, su obra pictórica. Al menos, es mi impresión la de que no se le recuerda tanto como a otros pintores surrealistas de menor peso.  Sin entrar en la cuestión de qué es surrealismo, se puede apreciar que Leonora no está ni en el automatismo ni en el método paranoico-crítico. La presencia de númenes y figuras arquetípicas parece llevar a la pintura de Carrington hacia un ámbito más amplio que el de la realidad, o sobrerealidad, individual. Tampoco creo que sea este el lugar para establecer si existe o no una conciencia supraindividual; supongamos, pues, que existe, ya como tradición arraigada en los grupos humanos, ya como inveterado registro simbólico. 


Carrington recibe muchas ideas del psicoanalista Jung. Se podría afirmar que en ella vemos la contrafigura de su contemporáneo Dalí- el que mejor entendió a Freud -en la medida en que, posiblemente, fue ella la que, de entre todos los surrealistas, mejor entendió a Jung. Y dada esta dicotomía, podemos aventurar que ésta se refleja en la obra de los dos citados surrealistas y que es algo que salta a la vista. No hay más que ver, en contraste, las texturas imprecisas, las veladuras, los tonos sombrios, el primitivismo, el medievalismo de Carrington, frente al fino arte daliniano, de perfectos fundidos e hiperrealistas formas.


Como última consecuencia de esta relación antagónica que hemos trazado,  en último lugar, apuntaríamos que, si es cierto que el psicoanálisis de Freud se fija más en el eros que en el thanatos e, inversamente, Jung se centra en la edad adulta y en la muerte, se entiende que el mundo daliniano sea mucho menos sórdido y sombrío- a la postre, menos simbólico- y mucho menos angustiante, que el de Carrington. Porque, en el fondo, creo que esta pintora deja mal cuerpo, esto es, conmueve intensamente, aunque solo sea mediante el sortilegio y la magia, o mediante la vuelta a la tradición fantástica que vemos en Brueghel o en el Bosco, pero también, tal vez, en el románico y en sus libros de monstruos, en los fetiches y dibujos de Oceanía y hasta aventuraría que en las ilustraciones de los libros de su infancia, y por más que esté o no en relación con las extrañas teorías junguianas, podemos, empero, regocijarnos de que hubiera encuentrado algo así como un surrealismo posible.



El ser humano lleva milenios inventando historias, y pintándolas, concernientes al trato con los animales. Se le atribuyen poderes sobrenaturales, cuando no sea dicho trato la esencia misma del hecho religioso, como ha teorizado en el Animal divino el más eminente de los filósofos contemporáneos. Ese aura misteriosa que envuelve al mundo animal recorre la obra de Carrington. El surrealismo clásico sustituyó el paisaje que ofrecían las culturas africanas, que tanto atrajo a artistas como Picasso, por el paisaje más ancestral de Oceanía, suponemos que buscando un arte más auténtico y esencial.


¿Y cómo nos son mostrados estos animales? Siempre suele haber una persona al lado. He observado que no aparecen solos, como se ve, por ejemplo, en el cuadro Autorretrato de 1936, trasunto ilustrativo de su relato La debutante, en la que su amiga hiena la sustituye en una fiesta a la que ella tiene que ir; la hiena se disfraza, y como, aparte de tener un hambre atroz, le falta un rostro humano, se come a la criada y se pone su cara. En otros casos, observamos teriántropos (seres mitad humano mitad animal), hombres que quieren ser pájaros: figuras humanas con un largo pico, al estilo egipcio. También animales de cartón. Huevos. Animales con rasgos exagerados, como sacados de los bestiarios medievales, o de la Tentación de San Antonio de Flaubert. En el que encabeza este artículo, que lo he fotografiado de un libro algo antiguo porque en la web no lo encuentro, es un animal formado por otros animales. Existe un buen documental sobre la artista en youtube en el que se ven más cuadros.

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