En 1908 nació en Avignon Olivier Messiaen, hijo de poetisa y profesor de inglés. Nosotros, sin embargo, hemos elegido como ilustración de estas modestas líneas una foto de su tumba, un bello diseño de su segunda esposa, la pianista Yvonne Loriod. Su más celebrada obra Cuarteto para el fin de los tiempos fue compuesta y estrenada en un campo de concentración nazi tras ser apresado en la Batalla de Francia. Sobran las palabras respecto a esa obra, y creo que, de momento, sobre su vida. En wikipedia encontramos un estupendo artículo sobre el músico. Vayamos entonces a las líneas básicas que conforman el sentido de su arte. Estas son Dios (Jesucristo) y la Naturaleza (los pájaros).
Más que de líneas deberíamos haber dicho pilares. Aunque haya un trasfondo de teología natural en la manifestación religiosa de su arte, lo cierto es que fue un verdadero militante del catolicismo. Por otro lado, su amor por la naturaleza tampoco quedo en un vago afecto a la Pachamama: estudio ornitología.
Antes de nada, lo mejor es que el amable lector vaya cargando aquí alguna de las muchas obras que encontramos en youtube. Después, si quiere que vuelva a este pequeño homenaje al maestro francés. Tal vez ya empiece a ser surtir efecto el efecto Messiaen y quiera, cada cual, construir el suyo propio.
Lo primero que llama la atención, así fue en mi caso, son los nombres de las obras: campanas de angustia y lágrimas de adios; Turangalila; cuarteto para el fin de los tiempos; la merla negra; catálogo de pájaros; los cuerpos gloriosos; veinte recuerdos del niño Jesús; aparición de la iglesia eterna; la transfiguración de nuestro señor Jesucristo; etc. Son títulos que llaman la atención: ¿qué hace un compositor de vanguardia en el París de los sesenta componiendo himnos a la iglesia eterna y tocando el órgano en una iglesia de París? Maestro de Stockhaussen, Boulez, Xenakis, conocedor de las tradiciones musicales orientales y griegas, continuador de Debussy, experto conocedor de los cantos de los pájaros de Francia y del mundo entero, con cuyas escalas, sumado a cierto poder sinestésico, nutría su personalísimo estilo, … y sin embargo, alejado de las ideologías dominantes, el era feliz sólo tocando el órgano e improvisar en la Iglesia de la Santa Trinidad de Paris, o, beatus ille, en su casa de los Alpes. Amaba, como su admirado San Francisco de Asís, la vida tranquila, contemplativa … y proselitista del mensaje de Cristo.
Para los paganizantes posmodernos actuales, entre los que me encuentro, no sé si para bien o para mal, todo esto sorprenderá un poco. También les sorprendería a los comunistas parisinos de entonces. Mi defensa de Messiaen es absoluta y me sorprende que en El canto de las sirenas de Eugenio Trias no aparezca ni en el índice onomástico. Su música, especialmente, los preludios de piano llevan al espíritu a la contemplación de algo que parece divino. No es menos cierto que la carga programática de los títulos (quiero decir, la intención de llevar hechos e ideas concretas a la partitura y al abstracto mundo sonoro) podría estar engañándonos sutilmente. En mi opinión no es así. Los títulos de sus canciones solo nos dan la pista (histórica, si se quiere) del profundo misterio que revelan.
En sus propias palabras, que cito de memoria, Messiaen pretendía “mostrar los colores hacia los ciegos y llevar los cantos de los pájaros a los que viven en las ciudades”.