Casi
todos mis allegados saben que estoy escribiendo una novela, con su
planteamiento, nudo y desenlace. Es más, casi todos ellos saben que si nos
reunimos yo hago porque se hable de mi futuro libro, y hablo de él antes de que
esté escrito y acabo entonces con aquel adagio de “yo he venido a hablar de mi
(futuro) libro(¡)”. Un libro nonato que, si viene al caso, es porque la
realidad me lo ha “spoileado” o “espoileado” , esto es, ha contado cosas
relevantes de la trama, concretamente, el final. Concretamente de un final que
debía producirse más o menos ahora (comienza en el 15m y acaba algo más de un
año después). Menos mal que lleva al menos dos tramas paralelas, como el
Reguerón y el Segura- he de confesar que mi novela es costumbrista, en cierto
modo-, y que la importante no me la ha spoileao.
Pero
sí. Hay testigos de que el desenlace de mi novela se produce en plena riada del
Reguerón, y que yo ya había ido reuniendo información en torno al campo léxico
asociativo de ríos, ramblas y caudales. Incluso información directa, hablando
con personas que recuerdan la riada del 73, o bien en libros acerca de la
brutal riada de Santa Teresa (mil muertos). Vamos que si no me hice de “amigos
del Guadalentín/Reguerón” es porque no existe tal club. Es vasto- y pintoresco- el léxico de las
canalizaciones en Murcia. Pero, vamos, que si me dedico a ello no es por afán
costumbrista tipo cañas y barro, sino más bien en homenaje al maestro Faulkner,
entusiasmado por las riadas, en su caso del Misisispi.
Probada
mi capacidad oracular, algunos de mis allegados, sabedores de que mi próxima
novela- de la cual también hablo mucho sin haber terminado la primera – tiene
como telón de fondo las secuelas de una brutal tormenta solar, me dicen que no
la escriba.
La
única ventaja de que el final de mi novela se haya materializado es que me ha
hecho cambiar bastantes cosas relativas al curso de los acontecimientos en una
catástrofe que se ha cobrado ya diez vidas- esa es la parte terrible. No hay
que ser muy pesimista, ni muy futurólogo, para saber que estamos a merced de los
elementos, naturales y políticos.